EL TIEMPO PERDIDO

Reloj de arena.
Medida inexorable del tiempo.
Ciclo de la vida.
Segundos, minutos,horas...
días y años.
Realidad tasada.
Espacios.
Partículas de la subsistencia...
Realmente nada.

Y sin embargo, todo;
jirones arrancados de ella
que se marchan para no regresar.

No existe el tiempo , sino mi presencia.
Ni siquiera pervivo yo, solo supervivencia.

Hojas podadas del árbol de mi proceder
en el camino de una provisionalidad
que se afana en el ser.
Savia de mi sensibilidad,
existir, tal vez discurrir,
puede que soñar, imaginación en la vigilia,
sueños en la noche,
emotividad que se nutre de
percepciones.
Vigencia y ausencia que tengo o evoco.

Por eso, cada una que muere
o se marcha para no volver,
es una gota de sangre
que derramo en la mudez.
Pétalo que se arranca a la flor.
Aguijón que traspasa mi carne

Añoro lo que me acariciaba.
Al dejarme,me hiere su ausencia;
palabras que hablaron,
silencios que las sustituyeron,
arrumacos que me humedecieron,
soledades que me ahogan,
miradas que me subyugaron,
ojos ausentes que no puedo mirar,
deseos que se posaron en los míos,
voluntad que lo alejaron,
reflexiones mudas.

¿A dónde irán a parar
esos sentimientos
quizá latentes para uno
desazón para otro
pálpito de dos
siempre
muerte para ambos?

Tal vez su tumba sea
El epitafio que la cubre:
“Aquí yace el tiempo perdido”.

Ángel Medina
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